Thursday, 26 November 2009

Los 100 días del plebeyo

Una bella princesa estaba buscando consorte. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos, etc... Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riqueza que el amor y la perseverancia. Cuando llegó el momento de hablar, dijo:
-Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien (100) días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esa será mi dote.
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
-Tendrás tu oportunidad: si pasas esa prueba, me desposarás.
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente permaneció fuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve, y las noches heladas. Sin pestañar con vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas, se hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve (99), los pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar donde había permanecido cien (100) días.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa:
-¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de lograr la meta, ¿por qué perdiste esa oportunidad? ¿por qué te retiraste?
Con profunda consternación y lágrimas mal disimuladas, el plebeyo contestó en voz baja:
-La princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor.

4 comments:

Anonymous said...

Si vas a entregar tu corazón a una princesa, antes de hacerlo por completo en el último segundo debes estar muy despierto y seguro de que ella cultiva y cuida muy bien su propio corazón, porque en la manera que ella cultiva y cuida su corazón, de esa misma manera cuidará el tuyo, y también el de las demás personas que están cerca de ella...

Creo que el plebeyo decidió no casarse con alguien que no tiene compasión ni benevolencia en su propio corazón, y creo que fue sabia decisión… podría ser mas peligroso entregar el corazón a alguien, que la vida misma, la vida es un dolor corto, el corazón puede ser torturador y en ocasiones irreparable…

Unknown said...

El decide amarla, el decide luchar y el decide salirse, pero no estoy de acuerdo que su razón principal de desistir es esperar algo de vuelta. Si bien la princesa no valoró su sacrificio, tampoco se lo pidió, así que lo que resulte del sacrificio no tiene porque ser lo que esperemos sino lo que realmente Dios nos tenga destinados o merezcamos o para lo que estemos designados a aprender esta vida.

Jorge Sot said...

El ser humano nunca hace algo a cambio de nada, pues siempre esperamos al menos una palabra de aliento o un pequeño reconocimiento, que se den cuenta de que hicimos algo.
Normalmente las personas hacen cosas por nosotros, cosas mínimas como saludar por educación, ellos esperan y esperamos igualmente cuando lo hacemos que las buenas horas regresen, si no lo hacen solemos decir “esa persona si es mal educada o es un amargado”… ellos no pidieron ser saludados pero igual responden generalmente al saludo.
Espero mi ejemplo claro. En mi caso yo espero reconocimientos, que se den cuanta que hice algo, no espero que las personas tengan las mismas acciones conmigo. A mi parecer el plebeyo esperaba algo más que una sonrisa, quien sabe unas palabras de ánimo o aliento y al ver que esta solo una pequeña acción como una sonrisa no le parecía un gesto de amor.

Unknown said...

Qué más muestra de amor que los 99 días que el plebeyo padeció y esperó por la princesa?
El amor es un sentimiento que funciona como motor de la felicidad para las personas. Pero la persona que debe estar a nuestro lado es aquella que desee compartirlo y valorarlo, amar es cuestión de 2. Si uno no se quiere a uno mismo, no puedes esperar que alguien más te quiera. Así que me parece que está bien la desición del plebeyo, aun cuando comparto que la princesa no se lo pidió. Si él buscaba amor, está bien su desición.